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La leyenda 'heavy' de Iron Maiden enardece a 9.000 seguidores
Iron Maiden entusiasma a los 9.000 fans que abarrotaron el Palacio de Deportes de Gijón con un concierto marcado por sus temas clásicos
DANIEL FERNÁNDEZ/GIJÓN
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Si ya eran beatos del 'heavy metal', ayer sus seguidores les confirmaron como dioses. Iron Maiden confirmó ayer su adjetivo de mito musical. El grupo vino a Gijón, vio la entrega de su fiel público y venció con dos horas de concierto a las 9.000 almas que se congregaron en el palacio de deportes de la ciudad. La Doncella de Hierro (traducción de Iron Maiden) demostró el por qué, tras 28 ańos de existencia, sigue siendo uno de los mitos del 'metal', y, por supuesto, su público no ha perdido la categoría de reyes de la estética 'heavy': camisetas estampadas, melenas y tejanos ajustados. Y, por supuesto, la cerveza.
A las 20.15 horas, una hora y 45 minutos antes de que los 'Maiden' salieran al escenario, no cabía ni un alfiler en el Palacio de Deportes de Gijón. En ese momento, cuando el local estaba totalmente abarrotado, los reyes de las camisetas estampadas -sus fans- demostraron que la moda de las calaveras y esqueletos impresos está lejos de caducar. Muchos cuarentones compartían el concierto con adolescentes recién incorporados al movimiento 'heavy'.
Puntualidad inglesa
Para evitar que los ánimos decayesen hasta que los ídolos hicieran acto de presencia, el grupo Stray -que ejerció de telonero- se encargó de caldear el ambiente con un aperitivo de puro y duro 'metal'. La temperatura subió a límites insospechados. Pero nada fue comparable a lo que se vivió a partir de las diez de anoche.
Los componentes de Iron Maiden no traicionaron la típica y tópica puntualidad británica que tanto caracteriza a sus compatriotas. A las diez de la noche, ni un minuto más ni uno menos, provocaron el delirio del público. Bruce Dickinson, vocalista y 'alma mater' del grupo; los guitarristas Adrian Smith, Janick Geers y Dave Murray; el bajista Steve Harris y Nicko McBrian, batería, destaparon la caja que guarda el fuego del 'heavy metal' e iniciaron su actuación con 'Number of the beast', una de las canciones fetiches para todo amante del 'heavy'.
En ese momento, el enfervorizado público demostró que su entrega durante el resto de la actuación iba a ser total, absoluta, incondicional. Pero, a la vez, exigente. Pedían más sonido. «Así lo oigo yo en mi habitación. ˇDale cańa!». Para muchos, sobre todo para el público asentado en las gradas y en las últimas filas de la pista del palacio de deportes, los 70.000 watios de sonido eran insuficientes. Tan sólo cuando Dickinson se asomaba a los 'provocadores' -plataformas que salen del escenario para 'volar' sobre sus fans- conseguía que el público olvidase la carencia de sonido.
El concierto de ayer -el segundo de la gira mundial 'Give me Ed... 'till I'm dead', que comenzó el viernes en La Coruńa- es el 'entremés' de la gran traca final que prepara Iron Maiden a finales de ańo, cuando la banda saque al mercado el nuevo álbum en el que aún trabajan. Sin embargo, y junto a algunos temas nuevos que incorporarán a este disco, la actuación sirvió para repasar toda la trayectoria del grupo. 'Number of the beast' fue la primera de las 17 canciones que formaron el repertorio. Entre ellas se encontraban 'The Troopers', 'Die with your boots on', 'Revelations', y, por supuesto, 'Run to the hills', la canción fetiche para cualquier 'heavy'. Durante el repertorio, el público no cesó de cantar los temas.
Coros asturianos
«Sin la cercanía del público no somos los 'Maiden'». Esta frase de Dickinson, que fue hecha en una de las primeras entrevistas que le hicieron como líder del grupo, resume la relación entre la banda y sus fans. Y, ayer, quedó patente. A mitad del concierto, en la canción 'Heaven can wait' seis jóvenes asturianos subieron al escenario para formar parte de los coros. Estos privilegiados lograron este premio en un concurso organizado por una cadena radiofónica.